La razón de un compromiso

Los monjas de los dos conventos de clausura de las Hermanas Clarisas de Uruguay son cooperadoras del Opus Dei. De San Josemaría algunas ya escuchaban sus enseñanzas desde la primera mitad de siglo. Y con los años del Concilio Vaticano II encontraron en él una doctrina clara a la que aferrarse. Eso es lo que hacen desde entonces.

Viajando una vez en taxi, en Montevideo, sentada al lado del taxista, cosa no frecuente, conversaba con él deseando darle a Dios; entonces me sorprendió sacando una estampa de San Josemaría Escrivá y diciéndome: “todos los días la rezo”. En alguno de sus viajes se la había dado una chica. Lo felicité y exhorté a que siguiera siempre tan buena práctica.

Pero el hecho me impresionó; no lo he olvidado a pesar de los años transcurridos porque pensé: qué buena forma de hablar de Dios había sido dar una estampa de Escrivá. Su fuerte personalidad de santo, de “campeón de la fe” -como fue definido- actuó a través de la estampa como actuaba directamente en su vida. Los que convivían con él comentan que se le desbordaba aquella vivencia interior de una “locución” recibida del Padre Celestial “tú eres mi hijo; tú eres mi Cristo”; desbordaba a Cristo.

Así nos pasó a nosotras, cuando entramos en el Monasterio San Francisco de Clarisas Franciscanas, de Durango, en España. Era en el año 1948. El Opus Dei llevaba 20 años de vida. Dos de las monjas tenían un hermano que era numerario del Opus Dei y estaban contagiadas de su fuego y entusiasmo por la Obra; y, a su vez, nos contagiaban a las demás, al dárnosla a conocer. Nos resultaba algo maravilloso, esa institución que abarcaba todos los estados y clases que puede ocupar una persona en este mundo. Y que no tenía otro carisma que “ser y vivir de tal modo, que sus miembros diesen a sus iguales una noticia clara, cierta, atractiva de Dios, viviendo con naturalidad lo sobrenatural; dando razón del qué de su fe; del quién de su amor; del por qué de su esperanza”.

Cuando vinimos al Uruguay, traíamos ese entusiasmo por la Obra confirmado por el conocimiento de personas que pertenecían a ella. En el locutorio o el teléfono, en las raras salidas de clausura, nos habíamos encontrado con esas personas que nos llamaban la atención, por ese sello inconfundible que delata que son del Opus Dei a los que lo son. Al final del encuentro llegaba la pregunta: ¿Ustedes son del Opus Dei, verdad? Y eran.

Cuando un día pedimos un sacerdote cabal con el que pudiéramos contar, fiándonos totalmente de su sacerdocio se nos nombró al Padre Gonzalo Bueno. Acababan de fundar el Opus Dei en Uruguay; y esta noticia nos llenó de gozo. Sabíamos que Josemaría Escrivá ante todo y sobre todo era “sacerdote” de Jesucristo, consciente de que serlo es ser lo que otros hombres, por sabios, ricos o poderosos que sean no pueden serlo y que considerando su sacerdocio como amor decía: “Somos enamorados del Amor, del Hacedor del Amor”

Y cuando malas interpretaciones del Concilio se empeñaban en derribar muros y rejas, y quitar la clausura, desde nuestros conventos de España nos llegaron fotocopias de la actuación de San Josemaría Escrivá, en los Monasterios contemplativos asolados por los mismos empeños demoledores. Como era siempre de una pieza, “temple indesmontable, interioridad y exterioridad sin desdoblamientos”, nos exhortaba a cerrar abiertamente nuestras puertas y locutorios a quienes llamándose progresistas son regresistas, que del viejo baúl de los siglos traen errores y herejías. Y a no tener miedo de defendernos con firmeza, porque estábamos con la Iglesia, que quiere auténticas contemplativas de clausura.

De este modo nos fuimos interiorizando en la magnífica personalidad de Josemaría Escrivá, verdadero contemplativo en la acción, de quien se dijo con verdad que “vivía de lo que rezaba y rezaba de lo que vivía; que era todo él presencia de Dios, a Quien sentía como habitante de su alma y espectador de todos sus instantes; que estaba poblado por la Trinidad y por lo tanto podía sentir la calle como su celda”.

Y admiramos la magnitud de la Obra, cuya historia, en frases de Escrivá, “tendría que escribirse de rodillas porque es la historia de las misericordias de Dios” ; “nacida y desarrollada bajo el manto de la Virgen”; “que pone a Cristo triunfando en la cumbre de todos los quehaceres humanos”. Y de aquellas palabras de San Juan, “cuando sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a Mí todas las cosas”, el Santo comprende por “locución” mística, refiriéndolas a la Obra “que serán los hombres y las mujeres de Dios, quienes levantarán la Cruz con la doctrina de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana”.

De este modo nos fuimos interiorizando en la magnífica personalidad de Josemaría Escrivá, verdadero contemplativo en la acción

Y nos interiorizamos en sus conceptos, entusiasmándonos. Fue como un encontrar el espíritu y los ideales y los conceptos de N. P. S. Francisco, con las palabras y los modos de hoy.

Por ejemplo: “Poned confesionarios, muchos confesionarios porque acudirán de todo el mundo a desempacatarse”

“Caridad no es dar calderilla y ropa vieja...¡hay que dar cariño, hay que dar el corazón!”

“No hay muchas razas, sólo hay una raza, la raza de los hijos de Dios”

“Nadie es más que otro ¡ninguno! Todos somos iguales. Cada uno de nosotros valemos lo mismo: valemos la Sangre de Cristo”

“El mayor enemigo de las almas, de la Iglesia y de Dios, es la ignorancia que no es patrimonio de una clase social: se encuentra por todos los lados. Yo no conozco gente mala. Conozco, sí, gente ignorante”

“El Opus Dei no es anti-nada. Hemos de querer mucho a todos; el mal sólo se puede ahogar en abundancia de bien.”

“Hay que conseguir que desaparezcan los pobres, elevándolos; no hundiendo a las clases más altas”

“Queremos que cada vez haya menos pobres. Y a eso vamos. Pero eso no se consigue enfrentando a unos con otros. La justicia social no se hace con violencia, ni a tiros, ni formando facciones. Nosotros somos enemigos de la violencia. Lo que hay que hacer es promocionar a los de abajo; tienen que subir los de abajo. Los de arriba, si no valen, se caen solos.”

“No hay Iglesia de los pobres, ni Iglesia de los ricos. ¡Todas las almas son pobres! Pero la Iglesia es rica. Y su riqueza son los sacramentos. Y su riqueza es la doctrina. Y su riqueza son todos los méritos de Cristo”

Y vibramos con su amor a la Eucaristía. Y a la Iglesia. Y al Papa. Con su fidelidad de palabra y de hecho.

Encontramos también palabras y gesto de N. S. Madre Santa Clara, en palabras y gestos de San Josemaría Escrivá, y de la Obra, como por ejemplo, ese detalle significativo de las flores en los altares del Opus Dei, sin tallo y sin agua, que no son adorno sino ofrenda, que no quieren prolongarse sino inmolarse; que quieren “ser todo y sólo para Dios”.

Es así como llegamos a 1995 con la invitación para ser Cooperadoras del Opus Dei. En medio de tantos males, de todo tipo y por todas partes, que uno quisiera remediar, nos sonó como aquella invitación que hizo una vez Escrivá; “ya ves, casi todo está apagado, ¿no te animas a propagar el incendio? Nos sonó como el clamor de N. S. P. San Francisco: “El Amor no es amado; amemos al Amor”. Y, sí, nos animamos a propagar el incendio, nos animamos a “amar y hacer amar el Amor”.

El 21 de abril, los dos Monasterios de Clarisas Franciscanas del Uruguay, solicitamos a Mons. Javier Echevarría, la admisión como Socias Cooperadoras. La respuesta afirmativa llegó el 13 de mayo. El Prelado del Opus Dei firmó documento de nombramiento el día 11 de junio.

Desde entonces -todos los santos de la Orden Franciscana y del Opus Dei en el Cielo-, las Clarisas Franciscanas con la oración estamos en los brazos de los miembros del Opus Dei “levantando la Cruz con la doctrina de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana”. Y el espíritu contemplativo de los miembros del Opus Dei, está en la oración de los dos Monasterios, en intercambio recíproco, para amar y hacer amar el Amor.

Hermanas Clarisas Franciscanas del Uruguay, monjas de clausura // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002