Luchar por ser santo en Pueblo Risso

Terminó el liceo y viajó de Soriano a Montevideo para estudiar; vivió en una residencia universitaria del Opus Dei y se sorprendió de la libertad, del ambiente agradable, de la alegría: con el tiempo a todo le encontró una misma respuesta: San Josemaría Escrivá. Hoy, como productor rural, lucha por ser buen cristiano en un establecimiento rural en Pueblo Risso

Para explicar cómo tuve conocimiento de la labor de San Josemaría Escrivá en la Iglesia y cómo influyó eso en mi vida he de empezar por mi traslado a Montevideo para estudiar en la Universidad en 1986, no poca cosa para el que va desde el interior.

Terminados los estudios de Bachillerato diversificado, con la vocación clara de estudiar agronomía, el problema a resolver era: ¿dónde vivir en Montevideo? La respuesta la dio un compañero de clase de Mercedes, en el Departamento de Soriano, quien me dijo que sus padres habían encontrado una Residencia de estudiantes, y me aconsejó que me contactara con ellos. Con mi madre fuimos por allí y a ella le encanto el ambiente de Montefaro por lo ordenado y tranquilo. Inicialmente no hubo cupo, pero a los seis meses, tras una vacante y el mérito de ir a estudiar por ahí con mi amigo, pude entrar.

En la residencia lo más difícil para acostumbrarse eran los horarios y lo más fácil era entablar amigos y estudiar. Si bien ingresé a la residencia en 1986, no tuve idea de quién era Josemaría Escrivá hasta fines de 1989. Yo sabía que allí se realizaban labores cristianas, como dar catequesis en barrios marginales de la ciudad, visitas a enfermos, se celebraba misa diariamente y habían meditaciones semanalmente (cosas normales para católicos practicantes), pero en Montefaro nadie obligaba a nada, siempre me sentí libre y después me di cuenta que las labores cristianas y la libertad eran parte de la filosofía de vida de San Josemaría.

Sobre fines del año 1989, preparando dejar la residencia para ir a Paysandú a hacer cuarto año de agronomía, tuve el primer dato de San Josemaría, un sacerdote español que afirmaba que se podía servir a Dios sin ser cura ni monja, trabajando solamente.

Así es la vida de igual pero distinta después de que se conoce el espíritu del Fundador del Opus Dei: elevar el mundo a Dios a través nuestro

Al año siguiente pensé que, alejado de la influencia de la residencia, iba a perder el entusiasmo que propiciaba hacer las cosas distintas, haciéndolas igual al conocer la posibilidad de servir a Dios y a los demás a través del trabajo. Afortunadamente no fue así y en 1991 retorné a la residencia y me volví preguntón: quería saber todo, por qué se hacía esto de una manera y no de otra y por supuesto empecé a entender que la respuesta tenía nombre y apellido: Josemaría Escrivá de Balaguer.

Luego, todo fue más fácil, no sólo servir a Dios y los demás con el trabajo, sino aspirar a ser santo, trabajar para eso, para ganarse el cielo, para ser amigo de Dios. En el Opus Dei te enseñan que yo puedo luchar por ser santo trabajando, como lo hago, en Pueblo Risso, localidad de 500 habitantes, y formando una familia como cualquier trabajador.

Hace unos días volqué el auto y lo lleve al chapista. Cuando estoy con él, aparece su señora y me agradece porque hace años yo le di una estampa de San Josemaría y desde entonces no le había faltado trabajo a su esposo. Le pedí que siguiera rezando pero que también le encargara que los trabajos no se los diera todos yo. Así es la vida de igual pero distinta después que se conoce el espíritu del Fundador del Opus Dei: subir el mundo a Dios a través nuestro, con la inmensa libertad de un ser humano común, pero que sabe que es hijo de Dios.

El 17 de mayo de 1992 se llevó a cabo la ceremonia de Beatificación de Escrivá de Balaguer en la plaza San Pedro. Allá fuimos y estuvimos, como no podía ser de otra manera, de botas, bombacha, rastra, poncho y sombrero aludo, con las prendas gauchas queriendo mostrar que el espíritu del fundador del Opus Dei se aplica en todos. Se aplica de tal manera que “ser cristiano no es como un sombrero que se deja en la puerta “ sino que se lleva dentro, en mi trabajo cuando aparto ganado, cuando regulo una sembradora, cuando tengo que dejar alguien sin trabajo porque la crisis no afloja o cuando curo un cordero abichado.

Jorge Andrés Rodríguez, productor rural // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002