Cuando estaba por mudarme, un hurgador se detuvo ante el cajón, atraído por su contenido. Aquel anciano me llamó la atención por su aspecto: era alto y elegante, y llevaba un viejo pero prolijo traje con mucha dignidad. Al acercarme a ayudarlo, dijo: "¡Señora! ¿Se da cuenta de las maravillas que hay en este cajón? ¡Recuerdos de Monseñor Escrivá!"
Dolida por mi descuido y conmovida de que el anciano conociera al Fundador de Opus Dei, le pregunté cómo sabía de su existencia. "¡Cómo no lo voy a conocer si es uno de los santos más grandes de la Iglesia!", respondió. "Tengo trato frecuente con él".
Cada vez más asombrada, le ofrecí mi ayuda al tiempo que agradecía en mi interior si providencial presencia, pues me advirtió que estaba tirando por error aquel recuerdo de la beatificación de Josemaría Escrivá.
Es muy gratificante advertir cómo la devoción al Beato Josemaría se va extendiendo por todos los rincones del país.