“Camino” es un éxito, no de edición sino de proyección

Es una enamorada de las palabras y goza procurando –a través de ellas– transmitir lo más sublime de la mejor forma. Ve en el libro "Camino", de San Josemaría, una obra literaria de alta erudición, lo que llevó a convertirla en un clásico de la bibliografía espiritual, que "deja poso" y abre "entendederas" en un público universal

Corría el año 1977 y yo trabajaba en la Policlínica de Alergia del Hospital de Clínicas y la asistente –alguien con quien me unía una comunicación muy especial– me alcanzó el libro “Camino”.

Aunque hice una lectura profana, me interesó vivamente. Poco después, y en momentos en que vivía graves problemas de salud en mi familia, otra mano generosa puso en las mías una nueva edición del libro y escribió, como una vez lo había hecho su autor: “Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo”.

Pero fue sólo cuando se me solicitó que presentara “Camino”, en ocasión de un tiraje especial conmemorativo del centenario de San Josemaría, que descubrí la dimensión extraordinaria de este libro que es un compendio de recursos literarios expuestos con la mayor sencillez.

La perspectiva de un análisis teológico corresponderá a un erudito, en lo personal sólo podré abrir mi corazón y trasmitir las vivencias de una mujer que ama la palabra y se maravilla que, desde la austeridad, se proyecte la poesía que en cada reflexión es luz y ala, campana y vuelo, bronce y escudo, fortaleza y sentimiento.

“Consideraciones espirituales” es el título emblemático de la primera publicación en 1934. Un lustro después, en edición aumentada y definitiva, recibe el nombre metafórico de “Camino” con el que se ha conocido a través de más de cuatro millones de ejemplares en 42 idiomas y dialectos. Este simbolismo nos habla de un camino que nos puede llevar a, o del que podemos huir de, pero en uno y otro caso implica un viaje, un trayecto que es más que una traslación en el espacio, es un recorrido de preparación que purifica el intento de alcanzar un objetivo superior.

“Camino” está concebido como “plano inclinado muy largo” por el que se puede transitar gradualmente

Desde ese ángulo entendemos la propuesta de Escrivá de Balaguer: un desafío al viajero insatisfecho de sus bienes que intenta un viaje al interior de sí mismo, con todas las tensiones que implica una búsqueda y con las transmutaciones que acrisola una experiencia.

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar...” dice el poeta y este volumen, presentado en 999 puntos que aluden claramente a la devoción del autor por la Santísima Trinidad, es una apuesta al cambio para ser constructores de nuestra vida.

“Camino” ve la luz en notas, cartas, confidencias, anécdotas, reflexiones. Llevan, por lo tanto, la peripecia vital de un sacerdote enfrentado a las vicisitudes de su tiempo y a sucesivas elecciones, por eso mismo aluden al hombre y la mujer de carne y hueso, con sueños y angustias, con ideales y cuestionamientos que necesitan ser iluminados, para encender “todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón”(n.1).

Leer “Camino” es enamorarse de la palabra elegida que llega al ser más íntimo y lo mueve a ser mejor. Entre sus páginas hay alas y hay heridas, se descubre el temblor de una gota de rocío y la fuerza de una lágrima, es libro-estrella, proyecta luz y, como la palabra oportuna, parece un signo y descubre un universo.

Más allá de su valor cristiano está el contenido estético que a veces brota, como gota de agua

“Camino” está concebido como “plano inclinado muy largo” por el que se puede transitar gradualmente adquiriendo virtudes humanas, esforzándose en recurrir a los medios necesarios para encender la vida espiritual, ponerse en manos de Dios y de una acertada dirección. De esta forma, el orden de los capítulos tiene su correlato en una progresiva ascensión. Por ella transitan obreros y profesionales de los cinco continentes y hacen que el libro de aquel sacerdote que, cuando vio la Obra, “sólo tenía 26 años, la gracia de Dios y buen humor”, se convierta en un éxito, no de edición sino de proyección.

Este libro surge de la necesidad de dirigir espiritualmente a “jóvenes seglares universitarios”, pero más allá de su valor cristiano está el contenido estético que a veces brota, como gota de agua, en las pocas sílabas que reinventan un haiku* (“Confía.-Vuelve.-Invoca a la Señora y serás fiel.”n. 514). Amor por la palabra y por la santificación del trabajo ordinario que lo llevan a decir: “Hacer endecasílabos, ¡verso heroico!, de la prosa diaria”.

Sylvia Puentes de Oyenard, Médica y escritora // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002